martes, 3 de febrero de 2009

Alfonso Reyes

La fiesta nacional

(...) Ventura de la Vega, en el tránsito, reúne a sus deudos e íntimos para revelarles el secreto de su vida. Todos esperan terribles cosas:
–¡Me carga el Dante! –les confiesa.
Luis Taboada, moribundo, llama a su hijo:
–Ve –le dice– a la Parroquia de San José, y di que me manden los Santos Óleos; pero que sean buenos, que son para mí.
Y el novillero. El novillero que acosaba día y noche al Lagartijo pidiéndole la alternativa. Murió una tía de éste a quien él tenía por su segunda madre. Pidióle el novillero la alternativa por el alma de su señora tía, y cedió el torero, como sensible. El primer toro que toca lidiar al nuevo matador resulta toro de bandera, que lleva la muerte en los cuernos. El padrino le ayuda, le prepara el toro:
–¡Tírate ahora! –le grita.
Y el ahijado se perfila; sabe que no podrá, da por segura la cornada y, resuelto a todo, vuelve un instante los ojos al maestro: advierte entonces el brazal negro, el traje negro y oro de Lagartijo que recuerda el luto reciente y, antes de arrancarse, todavía tiene tiempo –¡y ánimo!– para decir, jugando la vida y el vocablo:
–Maestro ¿qué se le ofrece para su señora tía?

domingo, 1 de febrero de 2009

Don Juan Manuel

Cuento VII Lo que sucedió a una mujer que se llamaba doña Truhana

Otra vez estaba hablando el Conde Lucanor con Patronio de esta manera:
-Patronio, un hombre me ha propuesto una cosa y también me ha dicho la forma de conseguirla. Os aseguro que tiene tantas ventajas que, si con la ayuda de Dios pudiera salir bien, me sería de gran utilidad y provecho, pues los beneficios se ligan unos con otros, de tal forma que al final serán muy grandes.
Y entonces le contó a Patronio cuanto él sabía. Al oírlo Patronio, contestó al conde:
-Señor Conde Lucanor, siempre oí decir que el prudente se atiene a las realidades y desdeña las fantasías, pues muchas veces a quienes viven de ellas les suele ocurrir lo que a doña Truhana.
El conde le preguntó lo que le había pasado a esta.
-Señor conde -dijo Patronio-, había una mujer que se llamaba doña Truhana, que era más pobre que rica, la cual, yendo un día al mercado, llevaba una olla de miel en la cabeza. Mientras iba por el camino, empezó a pensar que vendería la miel y que, con lo que le diesen, compraría una partida de huevos, de los cuales nacerían gallinas, y que luego, con el dinero que le diesen por las gallinas, compraría ovejas, y así fue comprando y vendiendo, siempre con ganancias, hasta que se vio más rica que ninguna de sus vecinas.
»Luego pensó que, siendo tan rica, podría casar bien a sus hijos e hijas, y que iría acompañada por la calle de yernos y nueras y, pensó también que todos comentarían su buena suerte pues había llegado a tener tantos bienes aunque había nacido muy pobre.
»Así, pensando en esto, comenzó a reír con mucha alegría por su buena suerte y, riendo, riendo, se dio una palmada en la frente, la olla cayó al suelo y se rompió en mil pedazos. Doña Truhana, cuando vio la olla rota y la miel esparcida por el suelo, empezó a llorar y a lamentarse muy amargamente  porque había perdido todas las riquezas que esperaba obtener de la olla si no se hubiera roto. Así, porque puso toda su confianza en fantasías, no pudo hacer nada de lo que esperaba y deseaba tanto.
»Vos, señor conde, si queréis que lo que os dicen y lo que pensáis sean realidad algún día, procurad siempre que se trate de cosas razonables y no fantasías o imaginaciones dudosas y vanas. Y cuando quisiereis iniciar algún negocio, no arriesguéis algo muy vuestro, cuya pérdida os pueda ocasionar dolor, por conseguir un provecho basado tan sólo en la imaginación.
Al conde le agradó mucho esto que le contó Patronio, actuó de acuerdo con la historia y, así, le fue muy bien.
Y como a don Juan le gustó este cuento, lo hizo escribir en este libro y compuso estos versos:

En realidades ciertas os podéis confiar,
mas de las fantasías os debéis alejar.

miércoles, 28 de enero de 2009

Juan José Arreola

NAVIDEÑA

La niña fue a la posada con los ojos vendados para romper la piñata, pero la quebraron a ella. Iba con traje de fiesta, en cuerpo de tentación y alma de consentimiento.
(Como buen psiquiatra, un amigo mío ha explicado este afán mexicano de romper vasijas de barro llenas de fruta y previamente engalanadas con perifollos de papel de china y oropeles, de la siguiente manera: un rito de fertilidad que contradice la melancolía de diciembre. La piñata es un vientre repleto; los nueve días festivos corresponden a otros tantos meses de embarazo; el palo agresor es un odioso símbolo sexual; la venda en los ojos, la ceguera del amor y etcétera, etcétera, pero volvamos a nuestro cuento.)
Íbamos en que descalabraron a la niña, en plena Posada... (Nos hizo falta agregar que las piñatas, según el criterio apuntado, adoptan toda clase de formas para satisfacer el impulso agresivo de los niños en contra de sus seres queridos: palomitas, toritos, borriquitas, naves espaciales y pierrots y colombinas.)
Con el palo, en plena Posada. Y hubo cubas libres de por medio. ¿Cómo acaba la historia? Tendremos que esperar unos meses para saberlo. Puede ser feliz, si la niña da con puntualidad su fruta de piñata. Así tendrá su apoyo casi metafísico la tesis de mi amigo el psiquiatra, destacado autor de cuentos de Navidad.

Juan José Arreola. Cantos del mal dolor.

lunes, 26 de enero de 2009

Para la degustación de un cuento...(al autor)

El arte de escribir cuentos es un poco como el arte del cocinero. Escribimos para el paladar, para ser agradables a quien lee. Claro que las recetas solas no sirven. Son las astucias del cocinero, el cierto don que hace comprender qué es la cantidad suficiente de algo
Adolfo Bioy Casares, La Prensa, 1978.


Preparar un buen platillo, si quiera un bocadillo es placer al paladar; y así, cada uno de nuestros sentidos se verán afectados con gusto a partir de un aroma o mezcla de ellos, de una caricia clandestina o de la entrega amorosa que los que se quieren frecuentan, de la inmensidad celeste o de la perspectiva de una buena pintura, de la crujiente rama o de la sinfonía de Beethoven.

De los mejores placeres, se puede decir que son todos creación. Sin embargo no toda creación produce placer, para ello (o para lo contrario) quien crea debe hacerlo con la técnica que le permita hacer de quien recibe, el esclavo perfecto sometido a la orden del Señor.

Lo mismo sucede con espíritu y el intelecto, alimentados en buena medida por aquellos textos que los llenan de placer cuando lengua y paladar hacen contacto directo através de ellos: el cuento es el bocadillo o mejor, la aceituna, viudita de corazón negro, de quien nos ocuparemos.

Para el cuento -diría el recetario- son pocos pero precisos los ingredientes necesarios que todo autor debe tener a la mano. Antes que nada, debe atenderse el tema de la obra, que necesita ser uno solo y del cual debe tenerse conocimiento desde el inicio de la misma. A este tema, el autor puede agregar una "serie de modos o inflexiones del pesnamiento y la expresión" dándole así un tono humorístico, sarcástico, etc. Ahora bien, es importante que el autor se proponga ser original en su creación; sin embargo, debe recordar que esto es imposible de alcanzar totalmente ya que siempre existirá un maestro en quien por cierto, debe confiar sin temor alguno, evitando cualquier tipo de imitación.

Una vez establecido el tema, se deben preparar los personajes y el espacio en que éstos se desenvuelven: a diferencia de la novela (banquete que puede durar días), el cuento tiene pocos personajes pues el tema, la duración y la estructura en general, no se prestan para una multitud de figuras actuando de distintas maneras.

Ya que se tiene más o menos idea de la cantidad de pesonajes que serán utilizados, deben otorgárseles características propias sin ser mencionadas: el personaje presentado no traerá después de su nombre una descripción física ni psicológica a menos que algún rasgo sea particularmente necesario, de otra manera, el lector debe descubrirlos en el cuento. Además de la necesidad imperiosa de prescindir de cualquier descripción inútil, los personajes no deben evolucionar como lo hacen en la novela, ya que el cuento es más momentáneo e inmediato que ésta (la novela d pie a que sus personajes envejezcan, aumenten en cantidad, se muevan, etcétera, pues ésta da una exploración amplia a la vida, lo cual no sucede en el cuento.

Estos personajes deben ser reunidos de manera correcta y además plásticamente; para lograr esto es necesario que el autor viva con los personajes dentro de la obra, que vean sólo lo que necesitan ver, dejando que el lector sienta que se encuentra junto a ellos.

En cuanto al espacio, como los personajes, no debe ser muy cambiante, a menos que la trama en verdad lo requiera: pueden utilizarse varios espacios con el compromiso de que estos serán una herramienta de la que se valdrá el relato para su propio beneficio; además, tampoco requiere de descripciones detalladas y prefiere la omisión de lugares comunes.

Dentro de los espacios hay elementos que deben ser utilizados correctamente; en un cuento, no se mencionan los elementos que no vienen al caso. Si hay algo presente en el ambiente de la obra que en algún momento será utilizado, sólo entonces se menciona

Ya que están el tema, los personajes y el espacio más o menos biend eterminados, es necesario que se preste atención a lo que va a ser en sí el relato del cuento. A esto hay que decir que, dentro de un cuento existen dos historias: una identificable con facilidad o inmediata (falsa) y otra oculta (la verdadera). Esta última debe salir a la luz sólo al final del cuento, dando como resultado un lector sorprendido al haberlo descubierto (entre más cerca esté de la última línea o incluso palabra, mejor).

Lo anterior nos enlaza tanto con la longitud del cuento como con el final. aunque obvio, es necesario tener claro que un cuento debe ser breve. Esta brevedad se encuentra en la razón de intensidad del efecto que se intenta obtener. Sin embargo, un cuento demasiado breve puede suicidarse también. En pocas palabras, el cuento debe serl leído de una sola vez; pues a diferencia de la novela, en aquél no hay oportunidad de reanudar la lectura ya que, cualquier interrupción inecesaria haría al lector perder el hilo de la historia.

Lo narrado en un cuento debe ser sólo lo indispensable, el autor tiene que eliminar la paja y esto lo logrará dando cierto número de revisiones al texto (las revisiones también deben ser moderadas, pues de un cuento puede no resultar ninguno: el autor necesita ser capaz de saber o sentir hasta dónde es suficiente). Para esto hay que recordar que no es necesario decorar las frases, ni intentar decirlas rebuscadamente: hay cosas que necesitan muchas palabras para decirlas y otras que no.

En todo este proceso que nos lleva a la elección de cada ingrediente para el cuento, no podremos olvidarnos de cómo habremos de servirlo finalmente, en donde el principio es tan importante como el final.
Para un inicio efectivo, debe mantener intrigado desde la primera frase al lector y al mismo tiempo relacionarse con la "historia oculta del cuento". Magnífico creador de ficciones, Horacio Quiroga asegura que los comienzos condicionales y exabruptos (con el efecto que hace que el lector crea que ya conoce parte de la historia que le será narrada), suelen ser muy eficaces para atrapar la atención del lector; sin embargo, si esta frase inicial (por mucho que sea condicional o exabrupta) no sabe qué le depara a la historia, el cuento resultará un triste fracaso.

El final, por su parte, también va de la mano con el argumento oculto pues el descubrimiento de éste se llevará a cabo al final de la obra. Como consecuencia, tendremos la obligación de, como ya se dijo, preparar un final sorpresivo para el lector: ahí está algo de la malicia del autor. Es por ello que las frases finales se vuelven tan imporantes (si no es que hasta más) como las iniciales y entre más contundentes, mejor.

No queda más que recordar algunos puntos que el autor no debe olvidar en su proceso creativo, con la finalidad de que no fracase en el intento:

*El autor debe tener suficiente paciencia al hacer un cuento, pues el proceso debe ser lento y cuidadoso.
*Es indispensable la depuración de elementos innecesarios.
*El autor debe dejar de lado todo tipo de sentimentalismo o subjetividad
*El texto debe armarse plenamente desde el inicio hasta el final
*Todo buen cuento tiene un misterio, no del tipo del enigma, sino del misterio de la seducción.
*No hay regla universal para todos los cuentos, de ser así todos serían iguales; el autor (como el gran chef, debe tener el sazón para hacer literatura).

Y bien, una vez terminado el platillo (ya revisado algunas veces sin tener que desaparecerlo)y servido impreso en la mesa, el autor debe considerar darlo a probar al primer lector que se encuentre (de preferencia no ser querido); si éste muere, es que el cuento estaba podrido.


Anton Chèjov. Fragmentos de diversas cartas (1883-1885) incluidas en Letters for the short story, the drama and other literary topics. Ed. Louis S. F., N1: Minton Balch & Co., 1924. Tr. del ruso al inglés por Constance G. y del inglés al español por Hernán Lara Z., Adolfo Bioy Casares "El cuento" y "Novela y el cuento" en la recopilación de Daniel M. ABC de Adolfo Bioy Casares. Madrid, NAH, 1991, pp. 56-60.

Edgar Allan Poe. Fragmento de "Review of twice-told tales". 1842 en el Graham's Mgz, mayo, 1842. Trad. de Julio Cortázar como "Hawthorne" en Ensayos y críticas. Madrid, Alianza, 1973

Horacio Quiroga. 2Decálogo del perfecto cuentista" en Obras (desconocidas e inéditas), vol 7: Sobre la literatura, Montevideo, Arca. 1978. pp 86-97.

A estas obras tuve acceso en Teorías del Cuento 1: teorías de los cuentistas. Selección, introducción y notas de Lauro Zavala. México, UNAM, UAM-X, 1993.